¿Qué relación hay entre ciencia moderna y el cristianismo? Por Luis Palau
El escritor británico A. N. Triton describe el auge de la ciencia moderna como un producto del pensamiento cristiano protestante y agrega: «Hay gran cantidad de filósofos de la ciencia que han señalado que no fue sino hasta que se agregaron ciertas actitudes cristianas específicas al contexto de la filosofía pre-cristiana que la ciencia, tal como la conocemos hoy, comenzó a desarrollarse en verdad».
El filósofo Alfred North Whitehead concordó: «Sin esta creencia [que Dios creó al hombre y la naturaleza] la labor increíble de los científicos no tendría esperanza. Constituye […] el poder motivador de la investigación: que hay un secreto, un secreto que puede ser revelado […] Debe venir de la insistencia medieval en la racionalidad de Dios, concebido como poseedor de la energía personal de Jehová [YHVH] y la racionalidad de un filósofo griego. Cada detalle estuvo supervisado y ordenado: la búsqueda en la naturaleza solo puede resultar en la vindicación de la fe en la racionalidad».
Haciéndose eco de Whitehead, Emil Fackenheim está de acuerdo en que la perspectiva mundial del cristianismo (especialmente del protestante) «hizo posible la ciencia experimental moderna. Por lo tanto, uno bien puede concluir que de algún modo, la ciencia moderna está más cerca en espíritu a la Biblia que su predecesora premoderna».
¿Por qué? Porque la perspectiva mundial bíblica concibe a la naturaleza como «obra de Dios», no algo que posee «un toque de divinidad».
El fallecido profesor John H. Gerstner llegó a decir: «La verdadera ciencia mama del seno de la fe [en Dios], da sus primeros pasos de la mano de la fe, camina por fe, y llega a una meta de fe».
El físico Freeman Dyson señaló que el mayor desafío que enfrentan él y sus colegas científicos es «tratar de formular un enunciado sobre el propósito supremo del universo. Es decir, el problema es tratar de leer la mente de Dios».
Sin embargo, el ensayista de Time, Dennis Overbye, observa: «No hay razón para creer que ya sabemos las preguntas adecuadas y mucho menos las respuestas definitivas. La moneda de la ciencia no es la verdad sino la duda.
»Y, paradójicamente, la fe. La ciencia no es nada si no constituye un proyecto espiritual. La idea de que la naturaleza conforma un todo coherente, un universo gobernado por leyes accesibles para nosotros, es fe. La creación y el fin del universo son nociones teológicas, no astronómicas».
Gracias a Dios, su mente, hasta donde desea que la conozcamos, está revelada en la naturaleza, en Jesucristo y en las páginas de la Escritura. C. S. Lewis, quien fue profesor de Oxford, declaró: «En la ciencia estuvimos leyendo solo las notas de un poema; en el cristianismo encontramos el poema en sí».
Tomado del libro DIOS ES RELEVANTE por Luis Palau. Edición publicada por Editorial Vida. ISBN: 978-0-8297-5396